Como
los cristianos glorifican a Dios
Escrituras: Col. 3:17; Mt.
6:1-18; 1 Co. 11:23-32; 1 Ts. 5:16-18; Ef. 5:19; 2 Co. 9:7; Lc. 6:38.
Propósito: Mostrar como el cristiano glorifica a Dios continuamente por el modo en
que piensa, por lo que dice, hace, espera o ruega. La personalidad entera del cristiano honra y
glorifica a Dios.
Hechos
Bíblicos:
En
lecciones pasadas hemos estudiado que el cuerpo de Cristo es la iglesia y que
Cristo es la iglesia y que Cristo vive en el mundo a través de su iglesia y
dentro de cada uno de los cuerpos de cada persona cristiana así como a través
del Espíritu Santo. Por tanto, viviendo
en Cristo tenemos oportunidad de ser libres del pecado, de toda culpa y
temores, porque estamos seguros que pertenecemos a la familia de Dios. ¿Cómo pueden ser estas bendiciones de gran
valor para nosotros? Su valor se muestra
por la forma en que adoramos y glorificamos a Dios. Adorar y glorificar significa mostrar mi amor
a Dios, ya sea en lo que hago, lo que digo, lo que pienso, las esperanzas que
tengo, así como las suplicas que hago.
Dios
nos ha legado las reglas para venerarlo (1 Co. 4:6). Nuestra adoración a Dios es algo que se lleva
a cabo dentro de nosotros mismos. Esta
parte interior mora dentro del cuerpo físico que Dios nos ha otorgado para
vivir sobre la tierra. Cristo le ha dado
a esta parte interior un gran valor al salvar nuestra alma del pecado con su
muerte (Jn. 4:23-24).
Cada
uno de nosotros sabe la razón por la que adoramos. Algunos de nosotros adoramos o glorificamos
solamente para impresionar a otros. Pero
el verdadero cristiano simplemente se esfuerza en hacer el bien a sus
semejantes y en obedecer a Dios, y estos son sus únicas razones (Mt. 6:1-6;
6:16-18). Cuando el verdadero hombre de
Dios recibe alabanzas de los hombres por sus buenas obras, él sabe que estas
obras las efectúa por su amor a Dios y su semejante y no por el deseo de ser
alabado (Mt. 6:33). Esto es porque él se
ha dado a sí mismo a Dios (2 Co. 8:5).
Amar
a nuestro semejante es uno de los grandes actos de glorificar a Dios. ¿No parece esto extraño? Que para glorificar a Dios tengamos que amar
a otros hombres, a otras gentes (1 Co. 13:1-3; 1 Co. 13:13). No importa que tantas cosas buenas hagamos en
nuestra vida, si no han sido llevadas a cabo con amor no tendrán ningún valor.
Además
de esta forma de glorificar, Dios nos ha dado actos específicos para adorar,
que no son simplemente ritos, sino para nuestro propio beneficio. La cena del Señor es un acto en memoria de
Cristo. Se observa cada primer día de la
semana (Hch. 20:7). Esto se hace porque
siendo personas olvidadizas, con este acto recordamos el sacrificio de Cristo
(1 Co. 11:23-32; 1 Co. 10:16-17). El pan
nos recuerda que Cristo sacrificó su cuerpo a una muerte cruel por
nosotros. El fruto de la viña nos ayuda
a recordar que la sangre de Cristo sin mancha alguna, ha borrado nuestros
pecados. También con ello recordamos que
Cristo regresará otra vez y que deseamos vivir nuestras vidas en una forma
valiosa para que justifique el sacrificio que Cristo hizo por nosotros.
Versículo para
memorizar:
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.”
--Colosenses 3:17
Nota:
Algunas
veces cuando algún cristiano encuentra que su vida no ha sido adecuada, ¿debe
dejar de participar en la cena del Señor?
Cuando descubrimos que somos débiles, ¿no necesitamos el poder
fortalecedor del cuerpo y la sangre de Cristo aún más? Por supuesto que sí. Necesitamos recordar el sacrificio de Cristo
para que así nos esforcemos en hacer lo correcto.
Otra
forma de adorar es por medio de la oración.
El hombre no puede vivir por mucho tiempo sin sucumbir a las tentaciones
del mundo a menos que converse con Dios seguido. Para conocer a Dios, debemos saber algo
acerca de el por medio de su palabra (2 Ti. 2:15). La gente de Dios debe estudiar la palabra de
Dios para así poder tener fe. El hombre
que conoce a Dios, canta alabanzas a Dios en su corazón (Ef. 5:19; Col. 3:16).
También
el hombre que conoce a Dios ofrendará de su tiempo, su energía, su talento, sus
bienes (Stg. 1:27; I Jn. 3:16-18; 2 Co. 9:7; Lc. 6:38; I Co. 16:1-2).
Ilustración:
Alfredo
había venido de visita al servicio de la iglesia. Al sentarse ese domingo miró a su alrededor y
entre la gente reconoció a un amigo de él, Felipe. “Felipe”, pensó Alfredo, “es un verdadero
amigo; me deja jugar con su pelota nueva.
Y cuando estuve enfermo me trajo algo de sopa.”
Luego
Alfredo reconoció a otro amigo, Pepe.
Pepe estaba cantando, y orando con la cabeza inclinada. “El no es como Felipe” se dijo Alfredo. “Todo el tiempo anda empujándome durante los
juegos en la escuela y también me insulta.”
Cuando
el servicio se terminó, Alfredo le habló a Pepe. “Que sorpresa el encontrarte aquí, Pepe. No sabía que tu ibas a la iglesia.” Pepe se sonrojó pues se sentía culpable de su
conducta para con Alfredo. Como sus
acciones diarias no eran buenas, Pepe sabía que su veneración a Dios no era
sincera y no tenía ningún significado.
Pepe decidió que debía concentrarse en ser un buen ejemplo.
Preguntas:
1.
¿En qué forma podría Alfredo
ayudar a Pepe a vivir una vida mejor como cristiano?
2.
¿Qué es lo que Pepe debe hacer
para justificarse con Alfredo?
3.
Estudie todas las formas en que
una persona puede glorificar a Dios.
Esto ayudará a descubrir cuales son las fallas de Pepe a quizá las
nuestras.
descargar este documento
Como los cristianos glorifican a Dios |
0 comentarios:
Publicar un comentario